ENSEÑAR LENGUA EN UN MUNDO POSTDIGITAL. TICS, ¿PARA QUÉ OS QUIERO?


AITOR LÁZPITA ABÁSOLO.

https://sites.google.com/site/buenaspracticas2013/

Imaginad que hace cuarenta años, en un encuentro como este, se le hubiera pedido a un docente que explicara su método de trabajo. Si este hubiera contestado algo así como “pues, mire usted, yo utilizo folios cuadriculados y bolis bic de cuatro colores” seguramente nos habríamos mirado unos a otros con cara de asombro o de perplejidad.

Exactamente lo mismo supone hoy en día afirmar que “usamos las TIC” cuando queremos hablar de cambios metodológicos. Las TIC —se ha repetido por activa y por pasiva— son herramientas de trabajo. Siempre han existido. Un concepto tan amplio como “tecnología de la información y comunicación” se puede aplicar del mismo modo a los tambores que tocaban, para comunicarse, las tribus de África hace cientos de años, a una fotocopiadora o a una plataforma de alojamiento de vídeos en Internet.

La cuestión es qué hacemos con las herramientas de las que disponemos. No es una cuestión inocente, ya que las posibilidades de comunicación, de acceso a la información, que nos brinda cada herramienta influye en el modo en el que se configura nuestra forma de pensar. La aparición de la escritura alfabética, por ejemplo, no fue un mero cambio tecnológico, sino la palanca que impulsó una transformación en la forma de ver el mundo.

La llegada de Internet (no de los ordenadores) ha significado una revolución en la forma de comunicarnos, de acceder a la información y al conocimiento. Hablar de comunicación (y de eso trata, creo, la asignatura de Lengua) hoy no es lo mismo que hace, no ya veinte, ni siquiera diez años. Nuestras vidas han cambiado, querámoslo o no.

No voy a hablar de una experiencia concreta, sino de una manera de abordar la enseñanza de la Lengua (de la cual pondré numerosos ejemplos) basada en las nuevas realidades y en los cambios epistemológicos que suponen las herramientas tecnológicas que manejamos. Esta visión no solo es exportable a otros centros de trabajo, sino que casi me atrevería a decir que es inevitable.